El contraste de la corrupción: más allá de señalarnos los unos a los otros

Según la Real Academia Española (RAE), un significado del término “corrupción” es la “acción y efecto de corromper o corromperse”. Siguiendo esta línea, el periodista, académico y escritor, Ricardo Raphael, define como corrupción al momento cuando la naturaleza de una cosa para la que fue creada se extravía y deja de tener sus funciones naturales.

 

“Tiene que ver con la naturaleza de lo público contra la naturaleza de lo privado”, explicó Raphael en su participación el martes 28 de noviembre en la charla “Claroscuro de la lucha contra la corrupción”, que se realizó en nuestro Centro Universitario a iniciativa del Instituto de Investigación en Políticas Públicas y Gobierno.

 

Pero, ¿por qué la corrupción tendría que ver con el ámbito público y el privado?

En primer lugar, porque si se inmiscuye en la vida íntima de una persona sin que exista una norma que lo permita, se corrompe la naturaleza de lo privado. Asimismo, si se utilizan los bienes públicos para intereses privados, se corrompe la naturaleza de lo público. Lo que ocasiona en ambos casos situaciones corruptas.

 

Así, la frontera público/privado se vuelve definitoria para entender si estamos ante un acto de corrupción o no. Sin embargo, esta frontera puede ser confusa, pues no es tan claro identificar cuándo se trata de un tema privado o de uno público, comenzó precisando el periodista, para después centrarse en hablar sobre la corrupción pública de nuestro país.

 

“No hemos logrado transitar de la queja, de la indignación por la corrupción, a fórmulas que socialmente nos lleven a modificar esa circunstancia”, manifestó.

 

¿La razón principal? Simplificar el argumento. Pues pareciera que reducimos el problema a que existen personas corruptas y que si las logramos sustituir por gente honesta todo cambiará. “Si así fuera de sencilla la cosa, hace mucho que habríamos terminado con la corrupción”.

 

La corrupción va más allá de eso y “no es un tema de señalarnos los unos a los otros con el dedo” pues tiene un fundamento cultural que engloba una alta tolerancia con la impunidad, y si no hay una transformación de las instituciones informales y de los modos de relacionarnos, va a ser muy difícil que esto se modifique. “Como sociedad nos hace falta ver el conjunto de normas que, o bien nos empujan a la corrupción o nos empujan a construir espacios más honestos”, dijo.

 

En la charla también se contó con la presencia del Doctor y Maestro en Ciencias Políticas, Alfonso Hernández, quien forma parte del Comité de Participación Ciudadana (CPC) del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA).

 

Hernández explicó de manera general las funciones del CPC, entre las que destacan: proponer políticas anticorrupción, metodologías e indicadores de evaluación y, sobretodo, vigilar el funcionamiento del SNA.

 

Sin embargo, a pesar de la existencia del CPC, de un Comité Coordinador y de una Secretaría Técnica que son órganos centrales del Sistema Nacional Anticorrupción, hay tres asuntos que hacen que el Sistema no funcione como debería, resaltó:

 

1) Hasta le fecha, no se nombra al Fiscal anticorrupción, quien debió de haberse nombrado hace años ya que es una pieza clave de todo el sistema, finalmente es el que sanciona un presunto hecho de corrupción: 2) Falta nombramiento de magistrados anticorrupción que juzguen las faltas respecto a hechos de corrupción y delitos administrativos. 3)  Deficiencia en la instalación de los CPC estatales, puesto que deberían estar instalados en las 32 entidades del país y sólo están instalados 9.

 

 

Pero no todo es oscuridad. No hay que ser demasiado pesimistas, también hay algunos progresos, pues aunque Hernández menciona que “el avance es lento” y hay resistencias en muchos ámbitos del sistema político mexicano, se observa un  involucramiento de la sociedad civil organizada muy potente que muestra que existe un compromiso de lucha en “hacer que el sistema funcione y en lograr dar un cambio en el mediano plazo respecto todo el problema de impunidad”.

 

Problema de impunidad que requiere con urgencia “una reforma cultural a nivel de sociedad para todos los indignados ponernos de acuerdo para no permitir ninguna complacencia”, enfatizó como cierre de la charla Ricardo Raphael.

 

Por Dora Solís
Foto: Fernando González