Presentan libro sobre el norte de Jalisco de hace 100 años

 Patricia Arias buscaba en la parroquia de Totatiche, Jalisco, el acta de defunción de un pintor de ex votos. No la encontró, pero tampoco se quedó con las manos vacías. La empleada de la notaría puso en sus manos dos censos parroquiales de principios del siglo XX, de este municipio del norte de Jalisco. La antropóloga supo de inmediato de la valía de los documentos.

 

Cinco años después de aquel descubrimiento inesperado, el resultado es un libro que recrea la vida de una región todavía poco explorada por el mundo académico. “Retrato escrito. Los grupos domésticos y el espacio en Totatiche, Jalisco, 1905-1920”, se presentó en la Sala de Gobierno del CUCEA. Actividad organizada por el Departamento de Estudios Regionales, INESER.

Cristóbal Magallanes es ahora un santo dentro de la iglesia católica, pero hace 100 años sólo era un cura rural de la arquidiócesis de Guadalajara. “Es una persona muy obsesiva. Revisa personalmente un padrón de 1855 y lo cuida. (Después) levanta estos dos padrones (1905-1920), que son muy tardíos. Los padrones parroquiales se dejaron de hacer en la época colonial, pocos se hicieron en el siglo XIX, y estos del siglo XX son una rareza”, comenta Patricia Arias, antropóloga.

“Yo preferí no suponer nada, ver cómo eran los hogares a partir de la información documental”. Fue así como reconstruyó casa por casa de cada una de las comunidades que integraban la parroquia de Totatiche: quiénes conformaban ese hogar, edad del hombre, de la mujer, los niños, los apellidos, qué otras personas vivían en ese hogar. “Nos ayudó que no había familias extensas, como (sí) lo fueron años después”.

El primer tipo de hogar en Totatiche, a principio del siglo XX, lo conformaban las familias nucleares y el segundo tipo las viudas con hijos. Hay un registro grande de primeras, segundas, terceras y hasta cuartas uniones. Eso da idea de la altísima mortandad de hombres, y también de mujeres y de niños.

“Cuando uno lee padrones de épocas lejanas, los autores tienen que hacer suposiciones, plantear hipótesis, etc. Pero no pueden contrastarlos. Y esa fue mi gran ventaja. Cuando ya tenía armada y analizada la información documental, fui a preguntar a la gente si era así o no la situación. Eso es una experiencia única. Poner en diálogo las fuentes históricas con la gente anciana que recordaba esas cosas”.

Los mapas elaborados a partir de los censos también mostraron la desaparición de ranchos y el desplazamiento de las familias hacia las barrancas.  “Fui a preguntarles. Me dijeron que se fueron por la violencia y el impacto de la gripe. Murieron muchas personas, desaparecieron ranchos completos”. Entre uno y otro censo sucedió la Revolución Mexicana, además del año del hambre, en 1916.

El Dr. Antonio Sánchez Bernal moderó la presentación del libro, que tuvo como ponentes a María de la Luz Ayala, del INESER, y a José Alberto Becerra Santiago, secretario Académico del CUCEA.

Luz Ayala destacó cinco características del libro, en particular, la riqueza del estudio de los documentos con el trabajo etnográfico, “lazos íntimos que ligan a la antropología con la historia. Una escala pequeña de observación, un estudio intensivo del material documental, así como el imperativo de demostrar sociedades complejas en permanente transformación. A pesar de que el espacio sea pequeño, siempre está en movimiento”.

El maestro Alberto Becerra Santiago presentó una radiografía de la zona en la época colonial para contextualizar el lugar de trabajo de “Retrato escrito...”.  Además, resaltó la mirada de Paty Arias en los detalles más simples, que provocan en el lector una mejor visualización de la región hace 100 años.

“Retrato escrito. Los grupos domésticos y el espacio en Totatiche, Jalisco, 1905-1920”, editado por el Colegio de Jalisco, viene a aportarle al conocimiento histórico de Jalisco, sobre todo del norte del estado. Muestra una comunidad muy particular, pobre, aislada, que solamente garantizaba la supervivencia de las personas en su propio lugar de origen. Era muy escasa la migración más allá de las fronteras de la parroquia. Pero como apunta la doctora Paty Arias, a partir de 1920, “las barreas de la soledad comenzaron a romperse y ya nada fue igual”.

Texto y foto: Francisco Vázquez M.